N. Goldburg en la galería Toro
Entre las exposiciones varias que se han ido ofreciendo durante esta primavera he de destacar la de un pintor de gran valía.
Me refiero a Norberto Goldburg, de futuro amplio, técnica y estilo sugestivo, que nos muestra un vocabulario plástico de sólida expresividad, rotundo, apasionado, desgarrador y poderoso, transmisor del dolor profundo, donde la corporeidad se diluye en una atmósfera densa de cromatismo ardiente y plúmbeo. Dura perspectiva la que engloba los cuerpos apenas atisbados, deformes e incompletos, sumidos en un grito inaudible absorbido en la porosidad del color, que se inflama y condensa, rezumando la angustiosa tragedia de la opresión, viscosa sensación que se adhiere a los sentidos, comunicando la agonía de la materia fungible, definiendo el dolor de la existencia.
Norberto Goldburg continúa en la línea que se impuso hace años, pero ha estilizado su trabajo, difuminado formas, resaltando la importancia del lenguaje del color. Elimina trazos
superfluos, consiguiendo expresar con fuerza el discurso que sustenta su creación: la materia es dolor, el olvido de las formas borrará todo desasosiego.
La obra última de este pintor ha ganado cromatismo, desarrollando más fácilmente la idea que quiere relatar en el lienzo, apareciendo su pintura menos geométrica.
Ha alcanzado cotas de mayor dominio del arte pictórico, resultado del trabajo y reflexión, búsqueda continua por conseguir obras sintéticas y poseedoras de conceptos varios.
Crítica firmada por Francisco Bautista Toledo
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